sábado, 13 de agosto de 2011

El Trabajo como Práctica Espiritual


“Siempre es lo espiritual lo que determina lo material”
Thomas Carlyle

Los últimos cincuenta años de la administración y la gerencia, han estado sustentados en un modelo productivo de tipo industrial en el que la persona es un subproducto. En este modelo la persona se convierte en una víctima, ya que su función se supedita al sistema productivo. El Modelo tradicional de gerencia y administración se fundamenta en que unos mandan y otros obedecen. Los que mandan se convierten en seres superiores, mejor dotados, más inteligentes y poseedores del conocimiento y la verdad. Los demás deben obedecer órdenes. Es decir, es un modelo de poder y obediencia, de jerarquía y seguidores. Las mejores ideas han procedido de las instancias de poder las cuales aprueban y rechazan dependiendo de sus propias expectativas y planes.

Este modelo pudo haber tenido su vigencia, pero ahora es necesario reconocer que es absolutamente obsoleto, incompetente, absurdo e innecesario. Sin embargo, en nuestras organizaciones sigue siendo vigente, nuestros ejecutivos lo siguen aplicando en su toma de decisiones diaria, y lo peor, las facultades de administración lo siguen enseñando a las futuras generaciones.

Es deber de un ejecutivo competente y de una organización comprometida con el futuro, renunciar a esas viejas creencias administrativas y gerenciales innecesarias que están haciendo tanto daño y generando tanta inconformidad y lejanía entre los diferentes niveles jerárquicos de las organizaciones. GERENCIA ESPIRITUAL es un nuevo modelo gerencial, el único, que tendrá vigencia en el nuevo mundo competitivo. Las mejores organizaciones ya lo están poniendo en práctica y los más destacados ejecutivos lo han incorporado a cada una de sus acciones administrativas diarias.

Las nuevas tendencias de la gerencia como son: la organización inteligente, el liderazgo centrado en principios, la administración por valores, están dando paso poco a poco la GERENCIA ESPIRITUAL en la que el hombre es el único creador de máxima competitividad en cualquier tipo de mercados.        

Cuando uno se levanta cada día y siente que la razón fundamental que lo impulsa a trabajar es cubrir sus necesidades básicas de sustento, el  efecto de ese trabajo no puede producir resultados maravillosos.  Siempre he dicho que aquel que trabaja por necesidad, será pobre toda su vida.  Todos tenemos necesidad de trabajar, es cierto, pero no puede esto ser el impulso vital que le dé significado.  Sin embargo, uno se encuentra que en las empresas  hay que estar empujando o presionando o controlando en exceso a la gente para que haga siquiera aquello que le corresponde, las personas hacen oraciones y prenden velas pidiendo un puesto, pero una vez que lo consiguen y se acostumbran a él, se vuelven amnésicos de sus viejas penosas necesidades y asumen una actitud de cinismo desaforado frente a aquello que se le encomienda en su desempeño diario.  Hasta para cumplir con la obligación que es por lo que nos pagan nos falta honradez.  Como decía Carlos Castro Saavedra  “Cuando se siembra una semilla con pereza y desgano nacen legumbres pobres sin color y sin brillo y árboles que no pueden con sus frutos ni con el peso de los pájaros”.

Ni se diga de la manera obtusa de tantos sindicatos que aún llenos de prebendas son sembradores de actitudes mezquinas en los ambientes laborales.  Me recuerdan a esos viejos piratas saqueadores que llegan a nuestras ciudades para cargarse los tesoros y dejar al pueblo con mas necesidades y más empobrecidos que antes de su arribo.  El trabajo es parte de la magna obra del mundo, pero la inmensa mayoría de personas asistimos a él porque eso es lo que hay que hacer si queremos obtener el ingreso mínimo para garantizarnos siquiera un mínimo sustento.  No definimos nuestro trabajo diario desde la contribución al mundo, sino desde la óptica miope de una obligación contractual y de un pírrico beneficio personal.  Así las cosas,  colocamos manos e intelecto a lo largo de las ocho horas, pero pocas veces ponemos el alma en lo que hacemos y sin alma se ahoga la trascendencia laboral.   Cuando el trabajo carece de una dimensión espiritual,  lo que hacemos carece de sentido y la ausencia de sentido es la peor condena a la que un hombre se somete así mismo.

Antes de continuar, aclaremos qué entendemos por espiritualidad.  Muy sucintamente digamos que espiritualidad es el arte de engrandecer la vida.  Por eso, cada que el más mínimo acto sale de nosotros invadido de entusiasmo, fervor, compromiso y amor, es como si una nueva flor naciera para embellecer el jardín del universo.

Es absurdo que no seamos conscientes que un trabajo realizado espiritualmente es el máximo generador de riqueza para la prosperidad de la vida misma, así como el trabajo que se queda en el simple cumplimiento del deber, es un acelerador de la decadencia de la sociedad.  Cuando llueve, nunca se moja  una sola cosa. Cuando tu trabajo es deficiente arrasas con todo.  Nada de lo que hagas mal hecho se queda sólo en ti, nada de lo que dejes de hacer con devoción tendrá resultados avaros sólo para ti.  El trabajo individual tiene necesariamente consecuencias colectivas, por ello los incompetentes deben ser erradicados sin contemplación alguna.  Cuando una empresa no tolera a un incompetente, no sólo se cuida de la empresa, sino que se está preservando la prosperidad de la sociedad misma;  por eso considero que los empresarios y directivos tienen la obligación ética y moral de salir de los incompetentes.

¿Qué es el trabajo como práctica espiritual?  Es la fuente de excelencia y alegría perdurable que nos permite hacer de cada acto pequeño, una obra digna de admiración que transforma lo mundano en sagrado y profundo.  El trabajo como práctica espiritual, nos eleva la dignidad personal, nos crece en la autoestima, nos hace constructores de un mundo que multiplica las oportunidades para quienes no las tienen hoy.  A todos debería darnos vergüenza de este escandaloso desempleo que hay en México.  Pero nos equivocamos cuando creemos que son las empresas quienes deben solucionarlo enganchando gente.  Es cada uno de nosotros quien tiene la obligación de hacer un trabajo diario tan sobresaliente que contribuya al desarrollo  de la empresa y de esta manera abrimos más fuentes de empleo.  O sea, la calidad de lo que usted haga se convierte mágicamente en una nueva oportunidad de empleo.  No lo dude un minuto, el espíritu que coloque en su quehacer diario, determinará el destino que todos habremos de tener, porque no hay trabajo productivo de bien que  no mejore las condiciones totales en las que habremos de vivir.

publicado a la‎(s)‎ 14/07/2010 13:20 por Katherine Thomas


1 comentario:

Ruben dijo...

Muy buen articulo. La honradez en el trabajo y La ética profesional siempre debe de anteponerse.